El ser humano necesita una gran cantidad de alimentos para sobrevivir. Según los datos del Informe de Consumo Alimentario en España, cada persona come cerca de 700 KG de comida al año. Para alcanzar estas cantidades, se usa la ganadería intensiva y extensiva, pero ¿te has planteado cuál contamina más el planeta?
La ganadería lleva siendo parte de nuestras vidas desde hace miles de años, cuando dejamos de ser nómadas y nos asentamos en un único lugar. Por eso, las técnicas han ido evolucionando y cambiando en gran medida, llegando hasta las que conocemos hoy día.
Con los problemas del cambio climático, es el momento de adoptar nuevas medidas para frenar nuestro impacto ambiental. La ganadería es un ámbito en el que se produce bastante contaminación, por lo que podría ser interesante hacer el cambio hacia métodos más sostenibles.
La contaminación de esta actividad no es algo lineal, depende de varios factores: tipo de ganado, gas que se emite, uso de los recursos… por lo que es complicado hacer una medición exacta.
Antes de comparar los dos tipos de ganadería, vamos a explicar bien cómo es cada una de ellas, en qué consisten y el tipo de emisiones que lanzan. Una vez tengamos esto, se analizarán en conjunto.
Podríamos decir que la ganadería intensiva es la que intenta conseguir el máximo rendimiento al menor coste. Para ello, cambia por completo el terreno y crea unas condiciones específicas.
Seguro que has visto alguna vez imágenes de granjas masificadas, con los animales muy pegados y en un hábitat que no es el suyo, con espacio suficiente para moverse un poco a duras penas.
En este caso, los animales se alimentan a base de pienso y otros procesados para que crezcan más rápido y no necesiten pastar. Por supuesto, esto termina por influir en la calidad del alimento.
Dejemos de lado la ética y el tratamiento de los animales. Si nos centramos en el impacto ambiental que tiene la ganadería intensiva, destaca especialmente por la alta emisión de dióxido de carbono.
Esto se debe a que las necesidades energéticas de este tipo de ganadería son mucho más altas. A eso, le debemos sumar las emisiones de metano de los animales y el consumo de agua.
Por otro lado, nos encontramos con la ganadería extensiva. Podríamos decir que es la de toda la vida, en la que los animales se mantienen libres en un terreno y campan a sus anchas.
Aunque sea la misma técnica que se usaba hace miles de años, ha ido evolucionando y ahora se tiene un mayor control sobre el terreno y animales. Por eso, se estudia el tamaño de las tierras y la cantidad de ganado que puede haber.
De esta forma, se crea un pequeño ecosistema en el que las plantas (que pueden ser también cultivos) y los animales coexisten y se retroalimentan los unos a los otros. Ahora bien, tiene un gran punto negativo.
No hay dudas de que con este método se consigue darles un trato más digno a los animales, pero también se reduce el rendimiento. Esto implica que el impacto medioambiental (en forma de metano) por cada unidad es mayor.
Hay que dejar claro que ambas ganaderías contaminan el planeta, pero son necesarias. Los animales, especialmente los rumiantes, emiten mucho metano durante su vida.
Además, cada una de las técnicas agrícolas tiene alguna ventaja e inconveniente en tanto a la contaminación. Si miramos las emisiones de metano por unidad y en relación con el alimento conseguido, no hay dudas con que la ganadería intensiva es menos perjudicial.
Sin embargo, también se debe tener en cuenta que la ganadería intensiva emite dióxido de carbono al usar otros recursos, algo que no tiene lugar cuando hablamos de extensiva.
Hay que dejar claras las diferencias entre estos dos gases. El metano es más perjudicial, pero se mantiene menos tiempo en la atmósfera. Sin embargo, el dióxido de carbono es menos agresivo y se queda cientos de años en el planeta.
Con todo esto, podemos establecer que, si queremos frenar el calentamiento global a largo plazo, se debe optar por la ganadería extensiva. Esto nos deja con que la intensiva es la más perjudicial.
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