La Comisión Europea quiere eliminar los combustibles fósiles de nuestras ciudades en 2050. Una propuesta muy ambiciosa que está respaldada por el calentamiento global y el aumento de los gases contaminantes en la atmósfera. De esta forma, se espera que el 80% de toda la energía producida en el continente sea limpia y renovable. ¿Podrá conseguirlo?
Si te interesa el tema, en la entrada de hoy vamos a hablar del fin de los combustibles fósiles. Veremos qué son, los tipos principales y todos los efectos secundarios que producen. Y de paso también hablaremos de las energías verdes, principal alternativa ecológica que tenemos en la actualidad. ¡Comenzamos!
Los combustibles fósiles están formados por minerales y gases que se originan a partir de la descomposición de la materia orgánica, un proceso que puede durar millones de años. Entran dentro de la categoría de energías primarias, ya que pueden utilizarse sin necesidad de transformarlas posteriormente. Son esenciales para alimentar el tejido industrial de los países desarrollados, pero tienen una serie de problemas intrínsecos.
Para empezar, no son renovables y el consumo supera en gran medida a su generación. Es decir, que llegará un momento en el que se acabarán para siempre. Además, su combustión produce una enorme cantidad de gases contaminantes. Que al acumularse en la atmósfera desencadenan el efecto invernadero, algo que está directamente relacionado con el aumento de las temperaturas en el planeta.
Los principales tipos de combustibles fósiles que existen en la actualidad son el carbón, el petróleo y el gas natural.
El carbón es un mineral fosilizado a partir de deshechos vegetales y está compuesto por hidrógeno, azufre, oxígeno y nitrógeno. La mayor parte se creó durante el período Carbonífero, que comenzó hace más de 350 millones de años. Y existen muchas variedades distintas, como la turba, el lignito o la hulla, que tienen a su vez numerosas aplicaciones industriales.
El problema del carbón es que genera grandes niveles de dióxido de carbono, una sustancia que si bien no es perjudicial para el ser humano está en el origen del cambio climático. Y además, es un recurso no renovable.
El petróleo es un combustible fósil formado por hidrocarburos, una mezcla de hidrógeno y carbono que se encuentra dentro de la corteza terrestre a una profundidad de hasta 5 kilómetros. Su aspecto es el de un líquido viscoso de color oscuro o amarillento, que además tiene la peculiaridad de flotar en el agua y provoca terribles problemas medioambientales a nuestros océanos.
Es el combustible más utilizado en la actualidad en la industria o el transporte, aunque también tiene otros usos como la fabricación del plástico. Como puedes comprobar, todo lo que está relacionado con el petróleo es altamente contaminante, razón por la que en los últimos tiempos se está apostando por los motores eléctricos en lugar de esta energía no renovable.
El gas natural se origina por una combinación de gases como el dióxido de carbono, nitrógeno, propano, ácido sulfhídrico o helio. Y sobre todo el metano, sustancia que puede llegar hasta una concentración del 95% y es una de las principales responsables del efecto invernadero.
El desarrollo de esta energía no renovable es posterior a la del petróleo y el carbón, ya que hasta tiempos recientes no contábamos con la tecnología necesaria para su almacenamiento y transporte. Destaca por su alto poder calorífico y es muy frecuente su uso tanto en ámbitos domésticos como industriales. Pese a ser menos contaminante que el carbón o el petróleo, el principal problema sigue siendo su escasa sostenibilidad ecológica.
La quema de combustibles fósiles tiene terribles consecuencias para la salud de nuestro planeta. Además, las reservas son limitadas y se consumen a un ritmo exponencialmente mayor que su generación. Para que te hagas una idea, en un año nuestro país gasta lo que el ecosistema ha tardado millones de años en producir. Y si seguimos a este paso los combustibles fósiles se acabarán definitivamente dentro de un siglo.
Pero sigamos con sus efectos negativos para el entorno. Los gases provocados por la combustión se acumulan en la atmósfera y retienen los rayos ultravioletas del sol, provocando lo que se llama efecto invernadero. Especialmente dañino es el dióxido de carbono, sustancia que en los últimos 100 años se ha duplicado provocando el cambio climático.
No podemos olvidarnos de la lluvia ácida, causada por el nitrógeno y el óxido de azufre que es muy frecuente en diversas industrias. Cuando llegan a la atmósfera reaccionan y se convierten en ácido sulfúrico y ácido nítrico, con terribles consecuencias para la salubridad de la tierra.
Y tampoco de todas las desigualdades sociales y conflictos bélicos que han provocado los combustibles fósiles a lo largo de la historia, ya que su presencia está concentrada en puntos concretos de nuestro planeta. Por todo esto, si quieres cambiar esta dinámica tan negativa lo mejor que puedes hacer es apostar por las energías renovables.
Las energías renovables como los paneles fotovoltaicos, los aerogeneradores o las centrales hidroeléctricas son capaces de crear electricidad mediante procesos totalmente limpios. Y como aprovechan la fuerza del viento o los rayos del sol son inagotables. Esto nos permite mejorar la calidad del aire en entornos urbanos y reducir los niveles de ruido.
Además, son esenciales para combatir los altos índices de óxido de nitrógeno y azufre que provocan enfermedades cardiorrespiratorias. Así como el CO2, que como hemos visto es el principal causante del efecto invernadero. Una alternativa sostenible para que nuestros hijos puedan disfrutar de un planeta más verde y repleto de recursos naturales.