Es posible que en los últimos tiempos hayamos escuchado hablar de ecoeficiencia. El problema es que son tantos los términos y, sobre todo, los neologismos que están surgiendo en torno al mundo natural, que en muchas ocasiones no perdemos. No sabemos qué hacen referencia exactamente, o cómo utilizarlos con propiedad en una conversación, ¿a que sí? No os preocupéis, seguid leyendo, que a partir de ahora eso, al menos con la ecoeficiencia, no os volverá a pasar nunca más.
Con la ecoeficiencia ocurre como con la ecología y el ecologismo: tendemos a pensar que significa lo mismo que la eficiencia energética, pero en realidad no tiene nada que ver con ella. La eficiencia energética trata sobre cómo aprovechar al máximo la energía de la que disponemos sin derrochar ni una sola gota, pero la ecoeficiencia es otra cosa.
Para definir la ecoeficiencia podemos irnos a una definición formal, que nos diría que es la relación entre lo producido y los que ha costado producirlo, o intentar traducir eso a un lenguaje más comprensible. Concretamente, del siguiente modo: la ecoeficiencia se preocupa de proporcionar productos y servicios a la sociedad con el menor impacto natural que sea posible. Es decir, cómo maximizar al máximo nuestros recursos para, de una forma lo más natural posible, cubrir nuestras necesidades.
Tal y como habréis percibido, la ecoeficiencia es algo muy positivo para nuestro planeta, pero… ¿sabríais decirnos por qué? ¡Ya os lo decimos nosotros!