Cuando hablamos de marea negra, a todos se nos viene a la cabeza la palabra 'chapapote', un término que surgió cuando en las costas gallegas se produjo el hundimiento del petrolero Prestige, un accidente con nefastas consecuencias ambientales para nuestro país. Las playas se tiñeron de negro y eso afectó tanto a los seres vivos que habitaban la zona como a los seres humanos, porque hasta la actividad pesquera tuvo que ser suspendida, con los efectos económicos que eso supuso para los pescadores de la región.
Cuando nos referimos a una marea negra estamos hablando de un vertido de petróleo en el mar, generalmente provocado por un accidente o por una práctica inadecuada que contamina el medio ambiente.
Se conoce así a esa masa de este hidrocarburo que forma una mancha en el mar de gran extensión y que pone en riesgo la biodiversidad marina.
Las mareas negras provocan una fuerte mortalidad de la fauna y la flora marina porque la película impermeable que se forma mata por asfixia o por la ingesta de sustancias tóxicas a muchas de esas especies.
Ésta es una de las formas de contaminación del medio ambiente más graves que existen porque, además de invadir el hábitat de numerosas especies marinas, también puede alcanzar costas y playas.
Igualmente, para evitar catástrofes mayores, la limpieza, depuración y regeneración de las zonas afectadas por una marea negra supone un gran coste económico.
Las manchas de petróleo en el mar y las costas pueden generar auténticos dramas si las corrientes marítimas y los vientos expanden ese vertido. Su velocidad de expansión y la superficie que ocupe una marea negra pueden ocasionar consecuencias desastrosas, como lo que ya vimos en nuestro país con el Prestige en el año 2002, que afectó a dos mil kilómetros de costa entre España, Portugal y Francia. ¿Qué tipo de consecuencias se producen en estos casos?