¿Sabes qué significa la descarbonización? En este post te explicamos en qué consiste este concepto y vemos que se están tomando medidas para cambiar el modelo económico hacia otro más sostenible. Tú también puedes poner de tu parte con gestos tan sencillos como utilizar una calefacción ecológica o hacer uso de energías renovables en tu hogar. Veamos cómo los gobiernos quieren reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera a su mínima expresión.
La descarbonización es el proceso de reducción de emisiones de carbono a la atmósfera, especialmente de dióxido de carbono (CO2). El objetivo de este proceso es conseguir una economía global con bajas emisiones que permitan la neutralidad climática a través de la transición energética.
La amenaza del cambio climático ha generado un amplio consenso sobre la necesidad de alcanzar la neutralidad en las emisiones de CO2 antes del año 2050. El compromiso de la Unión Europea es reducirlas en un 40% para 2030, aunque las diferentes Cumbres del Clima no han logrado un compromiso firme, ya que muchos gobiernos temen que la descarbonización de la economía implique pagar unos altos costes que afecten al PIB y al empleo.
Desde el Protocolo de Kioto sobre el Cambio Climático, firmado en 1997 y en vigor desde 2005, el compromiso es cada vez mayor para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero. Fue en el Acuerdo de París de 2015 cuando se exigió a los gobiernos y las empresas que aplicaran medidas urgentes para luchar contra la emergencia climática.
Ciertamente, es clave cambiar este modelo productivo y energético basado en el uso de combustibles fósiles. Pero para ello es necesaria una transición energética que facilite ese cambio estructural de cara a eliminar por completo el carbono en la producción de energía. Así, una combinación adecuada de energías renovables, electrificación de la economía y las pertinentes medidas económicas que eviten 'fugas de carbono' podría ayudar a lograr ese objetivo marcado para 2050 de la descarbonización energética.
Sectores como la industria o el transporte son los mayores demandantes de energía y, por tanto, los más contaminantes. Por eso, reducir el uso de hidrocarburos, apostar por la electrificación y dar un papel protagonista al hidrógeno jugarán un papel esencial en la descarbonización.
La principal forma de lograr esa reducción de emisiones en la industria es apostar por el uso de energías renovables. Eso implica, por un lado, potenciar el uso de la electricidad, eso sí, la producida a través de energías limpias.
Y otro elemento clave a la hora de descarbonizar la industria es producir calor gracias al hidrógeno. Se trata de un gas ligero que, al ser quemado, produce calor y su combustión no genera CO2 sino H2O, es decir, agua. El problema es que generar el hidrógeno sí genera emisiones porque se realiza a partir de combustibles fósiles, que son contaminantes.
Por tanto, la clave para lograr la descarbonización con hidrógeno es producirlo a partir de la electrólisis del agua, cuyo único residuo es el oxígeno y, por tanto, no se producen emisiones de gases contaminantes a la atmósfera. En este caso, como el ciclo de producción y consumo del hidrógeno es totalmente limpio, podríamos hablar de hidrógeno verde y éste tendría un papel protagonista en la transición energética, ya que ayudaría a la descarbonización con hidrógeno de la industria y a obtener un combustible verde para lograr un transporte sostenible.
Como decimos, el gran objetivo es conseguir una economía de bajas emisiones de carbono para 2050. Eso significa que se deben reducir al máximo las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles y de otras actividades. Además, también implica que, si se producen emisiones de residuos, éstas sean compensadas con la siembra de bosques o la captura y almacenamiento de carbono.
Todo esto pasa por el compromiso real de los gobiernos para tomar medidas que permitan alcanzar la cifra de cero emisiones. Esas medidas tendrán consecuencias en los transportes, los usos del suelo, etc.
Para conseguir los objetivos han surgido iniciativas como el Pacto Verde Europeo, que adopta una serie de medidas para reducir la contaminación a través de inversiones en eficiencia energética, energías renovables, redes inteligentes de distribución de electricidad o transporte urbano sostenible.
El plan es a largo plazo para poder reducir a cero las emisiones netas y estabilizar el cambio climático. Para ello, los gobiernos corregirán los precios -entre otras medidas políticas- para propiciar el cambio de comportamientos de los ciudadanos, facilitando la transición hacia un modelo económico sostenible y de bajas emisiones.
En definitiva, la economía baja en carbono o economía baja en combustibles fósiles es aquélla que emite un mínimo de gases de efecto invernadero y, más específicamente, con un mínimo de emisiones de dióxido de carbono.
Como decimos, los planes hacia una economía de bajas emisiones de carbono deben ser a largo plazo porque la transición energética es clave para que la población se vaya adaptando a un cambio que será estructural.
No todos los países pueden adaptar igual de rápido su cambio de modelo, por eso hay un período de adaptación a lo que sería deseable, una economía circular con la que se reduzcan al máximo las emisiones de CO2 a la atmósfera.
La descarbonización en España ya va dando pasos importantes. En nuestro país, las instalaciones de energía renovable contribuyen al 40 por ciento de toda la producción de electricidad. Y, sin embargo, España no está entre los países menos contaminantes del mundo, precisamente.
Pero, por fortuna, todavía el planeta está a tiempo de tomar medidas para evitar el desastre. Y la transición hacia una economía neutra en carbono es posible. Y no sólo eso, sino que también es una buena oportunidad de crear riqueza y empleo. Europa está regulando de manera decidida hacia una economía baja en emisiones de carbono y la implicación de todos permitirá conseguir el objetivo para 2050.