El certificado energético de vivienda es un documento que deben poseer todos los inmuebles y que sirve para certificar su eficiencia energética. Oficialmente es conocido como CEE y para tenerlo tendrás que acudir a un profesional acreditado.
Es aplicable a cualquier tipo de inmueble y, al igual que las etiquetas de los electrodomésticos, su valoración puede ser desde la letra A, para aquellas instalaciones más eficientes, hasta la G, para calificar a aquellas menos eficientes.
Conocer y controlar la eficiencia energética de los electrodomésticos y productos contaminantes, como los neumáticos de un coche, es una práctica de obligado cumplimiento en un mundo en el que la sostenibilidad medioambiental es ya prioridad.
Por ello, y con mayor motivo aún por su consumo energético, los edificios, pisos y viviendas unifamiliares deben poseer uno para corroborar que su eficiencia se encuentra dentro de los parámetros regulados.
Este mismo año, por ejemplo, la Unión Europea obliga a 303.000 viviendas de León a ser rehabilitadas para contribuir al objetivo propuesto por la institución de lograr la neutralidad energética en 2050.
Por lo tanto, y con ayuda de las correspondientes subvenciones europeas, estas casas podrán ser eficientes gracias al certificado que clasifica su capacidad de contaminación.
Dicho documento permite a los gobiernos e instituciones internacionales medir la contaminación de las viviendas y su influencia en la emisión de CO2.
De esta manera no solo clasificarán el nivel de contaminación y tendrán una visión global de la situación, sino que también podrán aplicar medidas al respecto para que los inmuebles lleguen a cumplir la neutralidad esperada en 2050.
Algo, por cierto, de lo que también depende la salud de las propias personas. Y es que, una vivienda con mala calificación energética es perjudicial para el bienestar físico de sus habitantes.
Lo mismo pasa con los edificios y los municipios; cuanto peor es su calificación energética, peores son las condiciones en las que viven sus ciudadanos. ¿Lo vas viendo? Es como un termómetro de salud general.
Aunque no te hayas nunca parado a pensarlo, el consumo energético de tu casa es mucho más que un simple factor técnico, y el certificado energético de vivienda es el documento encargado de regularlo.
Aunque la ley nos obligue a disponer de él de forma obligatoria, existen dos situaciones en las que debemos presentarlo: en la compra-venta de una vivienda o cuando se va a alquilar.
Además, si acabas de reformar tu casa, y has cambiado más del 25% del cerramiento, también tendrás que emitir de nuevo el certificado.
Así aseguramos a los inquilinos o nuevos propietarios que el inmueble cumple con las condiciones mínimas de eficiencia energética para ser habitable, entre otras muchas cosas importantes. Véase el consumo.
Una casa con una certificación A consumirá menos energía que una casa con una certificación G. Los parámetros que se miden para obtenerla son diversos, y gracias a ellos se puede saber, por ejemplo, cuánto puede consumir nuestro aire acondicionado.
Si una casa con el certificado A no está bien aislada, por mucho que ponga el aire acondicionado a una temperatura determinada, esta no se mantendrá en el tiempo. Lo tendremos en funcionamiento más horas y terminaremos gastando más, claro.
Ese mismo ejemplo se puede aplicar a las fuentes de energía que utilizamos o a la instalación eléctrica de nuestra casa. Un peor envoltorio empobrece todo el contenido que albergue.
Y si, por lo que sea, lo que quieres es comprar una vivienda, ten en cuenta que este certificado es de carácter obligatorio tanto para aquellas de segunda mano, como para las que son de nueva construcción.
Como te comentábamos anteriormente, existen numerosos casos en el que ya sea por la fecha de construcción o por sus condiciones, la rehabilitación energética es una realidad que están viviendo muchos inmuebles.
Es de hecho, su única estrategia posible para poder obtener el certificado energético o mejorar su calificación.
Ante esta situación, tanto la Unión Europea como el Gobierno de España, se han puesto a trabajar para incentivar tanto el empleo a través de proyectos públicos como las subvenciones para los propietarios.
La rehabilitación requiere una inversión que no todo el mundo se puede permitir y es responsabilidad de las instituciones públicas asumir parte de sus gastos. Al fin y al cabo estamos ante un problema que afecta a toda la sociedad.
Así, el Gobierno ha activado recientemente su Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para conseguir, tal y como apunta el diario económico Cinco Días “alcanzar los 300.000 inmuebles anuales intervenidos en 2030”.
Este objetivo será posible gracias a la inyección de 6.820 millones de euros; un dinero que no solo quiere contribuir al objetivo de emisiones de carbono neutrales, sino también a reactivar la economía tras el covid-19.
Cada una de las viviendas intervenidas tendrá que mejorar, al menos, una letra en la escala de CO2 con respecto a la nota inicial. Eso sin contar que también se fomentará el uso de energías renovables y la utilización de materiales que promuevan el aislamiento de las fachadas de los edificios.
En aquellas obras en las que se logre disminuir el gasto tanto de la electricidad como de la calefacción un 30%, el gobierno les otorgará también una bonificación.
Actualmente este tipo de obras se están llevando a cabo en los municipios y ciudades con inmuebles construidos antes de 2007, donde se logrará reducir las emisiones de CO2 además de favorecer la economía de las familias.
¿Te queda todavía alguna duda? El certificado energético de las viviendas va mucho más allá de reflejar la eficiencia energética de los inmuebles. Ignora el mundo burocrático y piensa con cabeza fría.
Gracias a él contribuiremos a un proyecto nacional e internacional que pretende cambiar nuestra forma de consumir y nuestra calidad de vida: alcanzar las 0 emisiones de CO2.
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