De poco serviría generar grandes cantidades de energía si no fuésemos capaces de almacenarla para poder consumirla cuando fuese necesario. Un buen ejemplo de ello son las placas solares, ¡si solo nos proporcionasen energía durante el día, tendríamos serios problemas por las noches o en las épocas de lluvia!
Por fortuna la técnica ha avanzado una auténtica barbaridad y cada vez son más, y más eficientes, los métodos de almacenamiento de energía renovable que no permiten no tener que depender de la red eléctrica tradicional. En pleno proceso de transición energética y hacia el objetivo de cero emisiones para 2050 gracias al auge de las energías renovables, conviene estar al tanto de cómo funciona todo.
Hoy os hablamos de los sistemas de almacenamiento de energía renovable y de cómo serán ellos los que posibiliten que funcionemos de la forma más limpia y menos dañina casi desde la prehistoria. ¡Vamos con ello!
El primer paso para poder olvidarnos de los combustibles fósiles y las emisiones dañinas para la atmósfera era encontrar fuentes de energía limpia. Ahora que las tenemos y que los países menos contaminantes del mundo nos están mostrando el camino, toca aprender cuáles son las mejores maneras, o al menos las más factibles, de almacenar la energía limpia que empieza a convertirse en el pilar que moverá al mundo.
La reactivación de un pacto verde europeo más vivo que nunca, unida a la concienciación de la sociedad de funcionar de una forma mucho más ecológica, ha hecho a las empresas tecnológicas tener que preocuparse mucho más por la forma en la que almacenan la energía. Vivimos en un mundo en el que desperdiciarla no es una opción, pero es que la forma de almacenar energía hasta hace muy poco no era todo lo eficiente que debería.
Hasta ahora teníamos sistemas como las pilas, ideales para pequeñas cantidades de energía, o también podíamos convertir la energía en hidrógeno, que se puede almacenar para luego deshacer el camino y poder disfrutar de dicha energía eléctrica. Sin embargo, la descarbonización de nuestro mundo requiere de otros sistemas mucho más efectivos y eficientes de almacenar la energía, ¡y hoy venimos a hablaros de ellos!
Las nuevas tendencias energéticas y el auge de la economía circular han hecho que buscar nuevos métodos de almacenamiento de energía con los que consumar la descarbonización de nuestro mundo resulte algo verdaderamente esencial. Por eso hoy os traemos las principales tecnologías de almacenamiento de energía, ¡aunque ya se lleva algún tiempo trabajando en algunas otras!
Conviene tener claro, como ya hemos mencionado antes, que la energía eléctrica no puede almacenarse como tal. Es decir, debe transformarse en otro tipo de energía que después puede volverse a transformar en energía eléctrica. ¿Un poco de lío? Estamos convencidos de que con esto que os vamos a mostrar lo entenderéis muchísimo mejor.
Se trata, sin duda alguna, del tipo de almacenamiento energético más extendido en la actualidad. Es rentable, es capaz de generar grandes cantidades de energía a una escala óptima y, además, sus tiempos de respuesta resultan de lo más ágiles.
Son como las baterías habituales solo que, al contrario que estas, no tienen fin. ¿Y esto cómo es posible? Pues porque son alimentadas de forma constante desde el exterior, ¡por algo el hidrógeno es uno de los combustibles más habituales en la actualidad!
Aunque pueda parecer un sistema de lo más extraño, lo cierto es que los motores de aire comprimido almacenan los excedentes de energía en el subsuelo en forma de aire a altas presiones. Así, cuando hace falta flujo energético, no hay más que liberar dicho aire de forma controlada.
Almacenar energía en un material que permita acoger grandes temperaturas y después liberarla aplicando frío al mismo es un principio energético básico. De hecho, las centrales nucleares funcionan de un modo bastante parecido. De ahí la necesidad de utilizar grandes cantidades de agua en ellas… y de ahí los problemas cuando esta protagoniza grandes fugas al exterior de las mismas.
Uno de los principales problemas de la descarbonización es que la tecnología siempre suele ir por detrás de las necesidades de la sociedad. Tiene sentido, ¿para qué inventar algo que nadie necesita? ¿Y si nadie llega a necesitarlo nunca? Por fortuna, lo que antes eran décadas ahora son unos pocos años, a veces incluso meses, y la aparición de otras tecnología con el mismo tipo de necesidades hace que la investigación dea mucho más fructífera.
En el caso de la energía eléctrica y su almacenamiento, uno de los hechos que más ha sacudido su boom ha sido la aparición de los vehículos eléctricos. Nadie quiere un coche que no pueda hacer un viaje del norte al sur de España sin tener que parar varias horas a repostar en medio. Hacía falta otro tipo de baterías, y comenzó a avanzarse en las baterías de litio.
Resulta que este material tiene un elevado potencial electroquímico capaz de almacenar grandes cantidades de energía eléctrica. ¿El problema de uno de los elementos que más puede ayudar con la descarbonización en el mundo? Como ocurre con toda innovación tecnológica, su precio, pero tal y como os hemos contado, la aparición en escena de los vehículos eléctricos ha ayudado tremendamente en este sentido. La normalización del uso de las baterías de litio conllevará una bajada sensible de sus costes, y esto le vendrá fenomenal al sector de las energías renovables.
Si tenemos en cuenta que las placas solares cuestan ahora cerca de un 80% menos que en el momento de su aparición, lo normal es esperar que en torno a 2030 las baterías de litio sean del todo asequibles.
Todo esto nos hace ser bastante optimistas de cara al objetivo 2050, el compromiso de las naciones más avanzadas de funcionar al 100% con energías renovables para mitad de siglo. La lástima es que hayan decidido esperar tanto, porque con la tecnología ya a las puertas… ¡diríamos que la descarbonización definitiva podría llegar incluso un par de décadas antes de la citada fecha!