La Organización Mundial de la Salud advierte que el ruido es uno de los elementos que más enfermedades desencadena en la población. Nos hemos acostumbrado a aguantarlo cada día y también a generarlo, desgastando de forma considerable nuestra calidad de vida. Sin embargo, no todos los sonidos son peligrosos. ¿A qué se llama contaminación acústica?
A todo ruido que supere los 65 decibelios durante el día y los 55 decibelios durante la noche, una situación que en España afecta a más del 25% de la población. ¿Te sientes identificad@? ¿Quieres saber más del tema? Pues entonces te recomendamos que no te muevas del asiento, ya que en la entrada de hoy vamos a hablar de las causas de la contaminación acústica, los distintos tipos que existen y lo que tiene que decir la normativa al respecto.
Las principales fuentes de contaminación acústica están formadas por el tráfico, los aeropuertos, las obras y el ajetreo continuo característico de la gran ciudad.
Como puedes imaginar, el principal culpable de las emisiones descontroladas de ruidos es el tráfico de automóviles. Ya que además de los coches motores de combustión, una motocicleta a escape libre puede alcanzar los 110 decibelios. Dependiendo de dónde vivas, estudies o trabajes, puede resultar desde molesto a estruendoso.
¿Soluciones a este tipo de contaminación acústica? Los nuevos vehículos con motores eléctricos son mucho más silenciosos. Y algunas grandes ciudades como Madrid o Barcelona han limitado el acceso al centro a automóviles antiguos, que además de hacer mucho ruido son altamente contaminantes.
Los aeropuertos producen una enorme contaminación acústica y lumínica, ya que las turbinas de los aviones alcanzan los 130 decibelios, nivel que podría provocar lesiones de tímpanos y otros problemas auditivos. Su alcance es más limitado, pero todos aquellos que residen o trabajan cerca de la zona sufrirán las consecuencias.
Otra de las principales causas son las obras que se realizan en la ciudad. Tener un edificio en construcción justo al lado de tu casa o unas reformas para acondicionar la calle supone un auténtico quebradero de cabeza. Para que te hagas una idea, un solo martillo neumático pilón es capaz de provocar 110 decibelios. Y eso sin contar otras herramientas, máquinas, grúas, vehículos y operarios.
Las zonas de ocio también contabilizan una desproporcionada contaminación acústica durante todo el día. Y a veces también por la noche, lo que supone un grave problema para el descanso de los vecinos. En este sentido, una discoteca puede alcanzar los 100 decibelios, que es la misma magnitud que la sirena de una ambulancia o el claxon de un autobús.
Una vez que hemos visto los tipos de contaminación acústica más habituales, pasemos a hablar de sus consecuencias. Los efectos de la contaminación acústica son muy diversos y van desde los trastornos físicos a los psicológicos. El más común de todos es la pérdida auditiva, que se produce ante la exposición continua a ruidos que alcanzan los 90 decibelios. Pero también es habitual sufrir irritabilidad y cansancio que afectan a nivel tanto emocional como laboral.
Aunque no lo notes, cada vez que escuchamos un sonido por encima de los 60 decibelios, nuestro cuerpo comenzará a acelerar su respiración, el pulso y la presión arterial. Es una respuesta bastante normal, pero cuando el ruido es constante afecta al sistema digestivo en forma de gastritis o colitis.
También causan dolores neuromusculares que disminuyen la coordinación, dificultan el descansos y aumentan el grado de fatiga. Esta falta de sueño puede desencadenar en episodios de insomnio, que limita nuestras defensas y nos hace más propensos a sufrir infecciones y enfermedades.
Pero como hemos comentado, el daño físico más evidente es la pérdida de audición. Esto es debido a que el organismo se acostumbra a los sonidos fuertes para protegernos, pero a cambio es incapaz de percibir los más suaves. Estar expuestos a 80 o 90 decibelios de forma prolongada es muy peligroso, pero también podemos sufrir estos problemas simplemente estando un minuto cerca de ruidos de 110 o más decibelios.
Los niveles de contaminación acústica elevados también provocan graves problemas psicológicos entre la población. Especialmente en los niños, algo que se traduce en una falta de concentración y bajo rendimiento. El insomnio y los altos ruidos nos hacen ser más irritables, lo que favorece la inestabilidad emocional, agresividad, ansiedad, el estrés y los cuadros de depresión.
Según un estudio reciente de la aseguradora DKV, 1 de cada 4 españoles está expuesto a umbrales de ruido superiores a los 55 decibelios que marca la Unión Europea. Además, 1 de cada 3 ciudadanos manifiesta que los niveles de contaminación acústica le afectan en gran medida en su día a día.
Siguiendo con las estadísticas, un 74% de los madrileños afirman que su ciudad es muy ruidosa. Y no es para menos, ya que en la capital de España la contaminación acústica y la ambiental son de los principales problemas a solucionar por parte de las autoridades. En otro informe de DKV y GAES se determina que el 80% de los sonidos fuertes proceden del tráfico de vehículos. Problema que se reduciría en un tercio limitando la velocidad de 50 a 30 kilómetros por hora en áreas urbanas.
En la ciudad condal, según datos del propio ayuntamiento, un 56% de los vecinos tiene que soportar durante la jornada niveles de ruidos que superan los 55 decibelios. Un porcentaje que aumenta hasta el 70% cuando llega la noche, debido a la alta densidad de la población y la ajetreada vida nocturna de Barcelona. De hecho, aunque no hay información oficial, se calcula que cada año mueren en esta ciudad de 300 a 400 personas por la contaminación acústica y ambiental.
La contaminación acústica también es un enorme problema para las principales ciudades y pueblos de Andalucía, provocada por el transporte, la industria y la construcción. Sin olvidarnos del turismo, que pese a ser uno de sus principales motores económicos también ayuda a acrecentar el problema. De hecho, en los grandes núcleos urbanos, las principales reivindicaciones de los ciudadanos es acabar con la suciedad de las calles y los fuertes ruidos.
Un estudio denominado The Worldwide Hearing Index, realizado por Mimi Hearing Technologies, ordenó las distintas ciudades del mundo según la pérdida de audición de sus ciudadanos. Un dato que nos ayuda a entender mejor los efectos de la contaminación acústica entre la población.
¿Los resultados? La ciudad de Guangzhou en China es la que mayores problemas de audición tiene en todo el mundo. Y es que, de promedio, sus habitantes oyen como una persona 17 años mayor. Le siguen otras ciudades como Bombay o Nueva Delhi en India, El Cairo en Egipto y Estambul en Turquía.
¿Consigue nuestro país colarse entre las más ruidosas del mundo? Pues sí. Este dudoso honor recae sobre Barcelona, que con 1,6 millones de habitantes es la segunda ciudad más poblada de España. Cada año se produce una pérdida de audición de 0,65 puntos de media, causando que algunos ciudadanos escuchen como si tuvieran 16 años más.
Nosotros somos determinantes para reducir la contaminación acústica de las calles. Para empezar, deberíamos evitar coger el coche o el transporte público a menos que sea indispensable, usando la bici o simplemente caminando hacia el lugar de trabajo. También hay que ser más cuidadosos cuando estamos en bares y pubs de noche. Y en caso de tener que hacer obra, realizarla en los horarios que establezcan la normativa.
Otra opción es instalar materiales aislantes en la vivienda para así impedir que el ruido del exterior penetre. Por ejemplo, puedes usar yeso laminado o lana de roca, materiales que además de reducir la contaminación acústica también actuarán como excelentes aislantes térmicos. En este mismo sentido, es recomendable colocar ventanas de doble acristalamiento con una cámara de aire en su interior, que insonorizarán y mantendrán una excelente temperatura al mismo tiempo.
En España, toda la legislación vigente referida a la contaminación acústica y los niveles de ruido está recogida en la Ley 37/2003 de 17 de noviembre. Que es muy similar a los planteamientos que se llevan a cabo en otros países miembros de la Unión Europea. Sin embargo, esta legislación estatal solo es aplicable a actividades industriales, comerciales, de servicios, ferrocarriles, puertos y carreteras. Que no deben sobrepasar los 35 o 40 decibelios en las poblaciones vecinas.
Por otro lado, el ruido que puedan hacer los vecinos, mascotas, obras de particulares, discotecas, fiestas patronales o terrazas de bares queda bajo el criterio autonómico y municipal. En definitiva, cada ayuntamiento tiene sus propias competencias sobre el nivel de ruido máximo permitido, por lo que algo legal en un pueblo puede ser sancionable en la localidad vecina.
Y hasta aquí nuestra entrada de hoy, en la que hemos hablado de la contaminación ambiental y los enormes problemas que causa en la actualidad. ¿Vives en una ciudad muy ruidosa? ¿Disfrutas de la tranquilidad del campo? Sea cual sea tu respuesta, estamos deseando leerla en los comentarios. ¡Hasta la próxima!