En e-Renovables ya hemos hablado en alguna ocasión sobre los huertos urbanos, pero… ¿os imagináis lo que sería tener una granja justo al lado de casa en la gran ciudad? El sistema de smart farming avanza a una velocidad que asusta (para bien), y aunque quizás sea un poco pronto aún para ver esto, lo cierto es que está consiguiendo unos avances realmente geniales en el mundo de la agricultura y la gastronomía. Hoy hablamos sobre la inteligencia artificial, sobre sus ventajas y aplicaciones y, por qué no, nos permitimos soñar despiertos, aunque solo sea un poco. ¿Nos acompañáis en este maravilloso viaje?
Cuando empezó a hablarse del smart farming, hubo quien pensó que quizás se estaba exagerando un poco. ¿Aplicar las últimas tecnologías al mundo de la ganadería? ¿De verdad? ¿No era un desperdicio de recursos? ¡Pues anda que no estaban equivocados! La aplicación de inteligencia artificial a esta industria trajo de la mano un machine learning que ha desembocado en la granja inteligente que conocemos hoy. Las granjas autónomas no solo producen, sino que aportan una información tremendamente valiosa a su dueño para que este pueda sacarles el máximo partido posible.
Es decir, ahora no sembramos y esperamos, sino que sembramos sabiendo lo que podemos esperar. De hecho, la aplicación de la inteligencia artificial al mundo de las granjas ya no solo estima, sino que prácticamente adivina lo que sucederá si tomamos una u otra medida. El smart farming es mucho más que IOT (internet de las cosas). No hablamos ya únicamente de un tractor conectado, sino de drones en agricultura, sensores de seguimiento y robótica agrícola fabricada para desarrollar una actividad específica. Hablamos de un smart agro, o cultivo inteligente, que ha cambiado las normas del juego para que alcanzar un desarrollo sostenible sea, de una vez por todas, un objetivo alcanzable.
El big data ha llegado con fuerza, y ha llegado para quedarse. La importancia de aplicar la inteligencia artificial a los datos recabados por los distintos dispositivos tecnológicos ha sido vital. Recabación de información, obtención de estadísticas y porcentajes, cálculos económicos en los que tardaríamos horas en tan solo unos segundos… El progreso era esto, y hemos tenido la gran fortuna de que nos ha tocado vivirlo a nosotros.
¿Cómo puede beneficiarnos que nuestros invernaderos sean invernaderos inteligentes? ¿Realmente merece la pena la inversión en smart farming? No os vamos a responder nosotros, vamos a dejar que lo hagáis vosotros mismos a través de sus ventajas, ¡la mejor forma de convencerse es viendo resultados!
El hecho de saber exactamente y en tiempo real qué necesitan nuestras tierras y nuestros animales nos ahorra tiempo y esfuerzo, sí, pero también muchísimo dinero. El tiempo es oro, desde luego, pero en este caso podemos decir que la cosa es literal. Pongamos, por ejemplo, que necesitamos alquilar un tractor y que lo hacemos por jornadas. Si gracias a la IA de nuestra smart farming sabemos exactamente para qué zonas lo necesitamos y durante cuánto tiempo, tendremos que pagar mucho menos por los servicios, ¿verdad? Pues así con todo: cantidad de agua para regadío, de pienso para nuestros animales… ¡todo lo que podáis imaginar!
Los granjeros del siglo XXI tienen un ojo en su negocio y el otro en el equipo técnico que le dice lo que necesita para prosperar. Y cuanto antes asimilemos esta nueva inteligencia agronómica, mejor nos irá.
Sufrimiento para nosotros, desde luego, pero también para nuestra actividad económica. Si sabemos con certeza cuánto podemos exprimir una tierra, o cuánto puede darnos un animal, estaremos mejorando nuestra eficiencia hasta límites insospechados. La sobreexplotación no solo resulta negativa de cara a un desarrollo sostenible, sino que nos cuesta dinero. Si conseguimos alcanzar un punto óptimo de explotación, nuestros beneficios serán mayores, nuestros disgustos mucho menores, ¡y todos contentos!
La smart farming también es conocida como agricultura de precisión. Y este aspecto, de cara a la contaminación que emitimos con nuestra actividad laboral, es determinante. Se reducen las emisiones de gases contaminantes que emitimos a la atmósfera, los fertilizantes que tenemos que utilizar o las filtraciones a las aguas subterráneas que tantísimo daño hacen al terreno. En definitiva, mejora la sostenibilidad de nuestra actividad agrícola, algo que nuestro planeta agradece enormemente.
Si las ventajas del smart farming no os han parecido suficientes, echemos un vistazo a algunas de sus mejores aplicaciones. Eso sí, ya os lo avisamos, ¡después de esto tendréis poca excusa!
Las plagas son, y han sido desde la antigüedad, uno de los principales problemas de la actividad agrícola. Obviamente, una smart farming también tiene que luchar contra ellas, pero lo hace de forma más efectiva gracias a la inteligencia artificial. Se detectan más rápido, se valora cuáles son las mejores opciones en tiempo récord y cómo hay que encarar la situación. Automatizar estos procesos puede ahorrarnos meses de quebraderos de cabeza, incluso años. Y eso por no hablar de nuevo del ahorro que supone, y del gran beneficio que supone no excedernos con los pesticidas para controlar el contratiempo.
Como ya hemos dicho, el surtido de robots que nos ahorran trabajo en la smart farming cada vez es mayor. Además, la mayoría de ellos ya automatizan sus funciones, por lo que podemos despreocuparnos de ellos casi por completo. Vienen a suplir la escasez de mano de obra, y gracias a su capacidad de machine learning se convierten en los mejores aprendices que podemos tener.
Si trabajamos con animales, seremos conscientes de que el control de nuestra actividad es aún más complicado si cabe. Por fortuna, el sistema de smart farming también ha pensado en ello, facilitando enormemente tareas como la identificación, el seguimiento y rastreo de la actividad, la salud o incluso comportamientos anómalos en los rebaños.
Cada vez son más los ejemplos de smart farming que podemos encontrar. Desde los ganaderos asturianos que utilizan dispositivos de geolocalización para tener ubicadas a sus vacas en todo momento, a las granjas de varios pisos y sin tierra, que luchan ahora por encontrar una solución para no ser tan dependientes de la energía eléctrica.
De dar con la clave para conseguir este último objetivo, estaríamos ante una posibilidad real de integrar la smart farming en las smart cities. Dicho de otro modo, ¿os imagináis lo que sería poder comprar en la frutería de debajo de casa productos 100% frescos que han sido producidos en el edificio de al lado? Sin duda alguna, aún queda mucho que remar para llegar a encontrar este tipo de invernaderos inteligentes en el centro de las grandes ciudades. Eso sí, ¿quién nos iba a decir hace unos años que íbamos a estar hablando de smart farming a finales de 2020?