Al hablar de capital, lo primero que se nos viene a la cabeza es que debemos estar hablando de dinero, o al menos de una moneda de cambio. Por eso, al principio puede chocarnos hablar de capital natural, pero una vez os expliquemos exactamente lo que es no os quedará duda de que es un concepto de lo más inteligente. Al fin y al cabo, si hemos llegado hasta donde estamos ha sido por aprender a utilizar los elementos de la naturaleza en nuestro favor, ¿verdad? Bueno, por eso y por maltratarlos y sobreexplotarlos, ¡pero parece que estamos en el buen camino para corregir esto último!
El capital natural es un concepto que hace referencia a los recursos como medios de producción de bienes. Ojo, no necesariamente económicos, sino ecosistémicos. ¿A qué nos referimos con esto? Pues a que es una forma de entender el entorno natural como una gran fábrica, por ejemplo, de producción de oxígeno, un elemento vital para la vida en la Tierra. O como un modo de prevenir la dañina erosión del terreno, fatal para los ecosistemas y las zonas de cultivo. Se trata de un término íntimamente ligado a la tan de moda huella de carbono y, por lo tanto, a la consecución de un desarrollo realmente sostenible.
Por fortuna sí, y cada vez más. El hecho de querer descarbonizar los procesos productivos tiene gran parte de ‘culpa’ de ello. España, por ejemplo, espera que el 100% de su consumo energético en 2050 sea totalmente renovable. Esto es fácil de decir, pero si no somos conscientes de nuestro capital natural, y por lo tanto no encontramos el camino para reconvertir nuestra economía en sostenible, esta se convertirá en una aspiración absolutamente irrealizable. La búsqueda de la ecoeficiencia pasa por concienciarnos de la importancia de ampliar nuestro capital natural cada vez más.