Ante procesos inevitables como la descomposición de los residuos orgánicos, que generan los conocidos como gases de vertedero, se ha descubierto la posibilidad de aprovechar esas sustancias para generar energía y, de paso, mitigar el temido efecto invernadero.
El gas de vertedero es una mezcla de diferentes gases generados por la acción de microorganismos (bacterias) dentro de un vertedero a medida que se van descomponiendo los desechos orgánicos que proceden de desechos de alimentos o de papel, por ejemplo.
El gas de vertedero consiste, principalmente, en gases como el metano, el dióxido de carbono o el nitrógeno, por lo que pueden ser gases muy problemáticos para el medio ambiente. Es por esa razón por la que la recogida de residuos y la combustión de los mismos se realizan de una manera controlada.
Los gases de vertedero se originan a partir de la materia orgánica presente en los residuos urbanos. Al descomponerse, dan lugar a estos gases que, además, contribuyen al efecto invernadero y, por tanto, al calentamiento global de la Tierra.
Aunque este proceso de descomposición que da lugar a estos gases es algo natural, la alta concentración de los mismos es la que rompe el equilibrio y calienta más de lo debido la superficie de la Tierra.
Los gases resultantes de la descomposición de desechos orgánicos son, como hemos apuntado antes, dióxido de carbono, metano y nitrógeno, principalmente, por lo que, ya que es inevitable este proceso en los vertederos, estos gases pueden ser aprovechados para la generación de energía eléctrica.
La captación del gas de vertedero permite mitigar su impacto ambiental y esa desgasificación permite obtener lo que se conoce como biogás, que es un gas combustible que se utiliza para producir calor, electricidad o biocombustible.