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La cantidad de residuos ha aumentado exponencialmente estos últimos años con la producción en masa de productos. Están considerados como residuos todos aquellos desechos que hay que eliminar (en función del tipo, reciclando o no).
Los residuos tienden a ser acumulados en diferentes vertederos o a veces incluso bajo tierra. Estos lugares están destinados a la descomposición de estos materiales sin que afecten de manera directa al entorno.
Ahora las plantas de reciclaje son otro espacio en el que los residuos acaban dependiendo de su tipo, solo que en este caso reciben una nueva vida útil.
Solemos llamar “basura” a todo lo que se tira, pero no es del todo correcto. Según la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, solo aquellos materiales que el propietario desecha y son sólidos, semisólidos, líquido o gaseoso en recipientes, se consideran desechos.
Dependiendo de sus características y orígenes, se clasifican todos estos desechos en tres grupos diferentes. Por un lado, están los sólidos urbanos, por otro los de manejo especial y finalmente los peligrosos.
Estos son aquellos que generamos en nuestras casas como resultado de la eliminación de restos o materiales que utilizamos en las actividades domésticas. Un claro ejemplo de esto son todos los briks o envases de la comida que tiramos al reciclado.
También están incluidos en este grupo los diferentes desechos que provienen de las actividades que se realizan en establecimientos como bares o en la vía pública. Por tanto, una lata de refresco que compras en el supermercado y tiras en el cubo de tu calle es un residuo sólido urbano.
La ley define este tipo de residuos como los generados durante los procesos productivos que no reúnen las características de sólidos urbanos o peligrosos por diversos motivos. También entran aquí los de grandes generadores de sólidos urbanos.
Son todos aquellos productos que tienen sustancias químicas peligrosas para el ecosistema. Aunque es cierto que estos artículos sirven para mejorar la calidad de vida, sus desechos son muy perjudiciales para el medioambiente.
El riesgo que suponen para la salud de las personas al contaminar terreno o aguas se dispara en cuanto llega a su fin el ciclo útil de estos productos con grandes cantidades de químicos.
Para ser considerados peligrosos tienen que poseer alguna de las características CRETIB:
No se pueden ignorar todos los envases, recipientes, materiales y embalajes que estas sustancias han contaminado. Por lo que aunque el bote de un ácido para la piel sea de plástico, el envase es un residuo peligroso.
Existe una forma alternativa de clasificarlos en base a su composición, en la que quedarían como residuos orgánicos, inorgánicos e inorgánicos no reciclables.
Además de su clasificación, hay que conocer los tipos para tratarlos de forma correcta, ya que no es lo mismo un residuo industrial que uno agrícola, o lo que desperdiciamos en nuestros hogares.
Los residuos también cambian en función de su estado (gaseoso, líquido, sólidos) y también si son radioactivos o no.
Estos son los que se incluyen en la basura doméstica, todo aquello que tiramos en el cubo de casa o de un local.
La industria genera innumerables cantidades de desechos, por ello a su vez se divide en otros dos grupos: inertes y similares.
En el caso de los inertes, los escombros, materiales de construcción y demás que no sean peligrosos para el medio ambiente entran dentro de este grupo. Aunque es cierto que en casos puntuales como el de la minería, pueden contener elementos tóxicos y hay que tener cuidado.
Por otro lado, están los similares a los residuos sólidos urbanos, básicamente son restos de comedores, oficinas y demás desechos que son como los de casa pero en otro lugar.
Como su propio nombre indica, debido a la composición química y otras características, estas requieren un tratamiento especial. No pueden mezclarse con otro tipo de residuos o los contaminarán de forma masiva.
Los relacionados con la agricultura, ganadería, pesca, explotaciones forestales o la industria alimentaria también tienen que tratarse de forma diferente por su contenido químico. Un ejemplo de estos pueden ser los fertilizantes que acaban filtrándose en las aguas subterráneas.
Son los que proceden de la agricultura, la ganadería, la pesca, las explotaciones forestales o la industria alimenticia.
Aquellos restos de productos y materiales de trabajo clínico, médico o material de investigación tienen que ser depositados en un lugar especial para que no entren en contacto con otro tipo.
Aquí entran todos aquellos desechos que emitan radiactividad por poca que sea, ya que son altamente peligrosos para la salud. También se consideran de este tipo los desechos compuestos de materiales pesados.
Es importante manejar y tratar correctamente los residuos para conservar el medioambiente y protegernos de los posibles efectos nocivos de algunos de ellos. Todo comienza con la recolección y sigue con su transporte hasta las instalaciones pertinentes.
Por último, dependiendo del material que sea, el tratamiento intermedio o definitivo seguirá un proceso u otro para conseguir aprovechar al máximo los materiales o su eliminación por completo.
Durante los últimos años la preocupación por la buena gestión de residuos ha ganado popularidad entre los ciudadanos y es algo que no puede frenar. Con cada paso conseguimos un mundo más eficiente y verde.
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