Por algún motivo que aún no alcanzamos a entender, un buen día se decidió cambiar el vocablo ‘efecto invernadero’ por el de ‘calentamiento global’. No sabemos si se consiguió el efecto esperado, pero algo sí que hay cierto: el ser humano está haciendo muy poco por la prevención de la destrucción de la capa de ozono y esto nos está pasando factura.
Inundaciones de dimensiones apocalípticas, olas de calor con cifras récord y cientos de muertos a su paso, extinción de multitud de especies… Por mucho que algunos países desarrollados, muchos de ellos entre los más contaminantes del mundo, no quieran verlo, hoy os contamos cómo afecta la destrucción de la capa de ozono a nuestro planeta, qué origina la destrucción de la capa de ozono y, más importante aún, las mejores soluciones para revocar esta situación. ¡Los seres humanos aún estamos a tiempo de invertir el proceso!
Antes de hablar de en qué consiste la destrucción de la capa de ozono, toca centrarse un poco en qué es la capa de ozono. El ozono es un gas que envuelve a la tierra como una caricia y que hizo posible la vida en nuestro planeta. ¿Cómo? Pues filtrando los dañinos rayos ultravioleta del sol para que su radiación no resulte perjudicial para nuestra salud.
La destrucción de la capa de ozono es el proceso por el que las fuentes de emisión de gases de la actividad humana están generando un agujero en la capa de ozono por el que cada vez entra más radiación sin filtrar. Eso sí, no adelantemos acontecimientos, ¡vayamos poco a poco!
Para empezar, conviene tener claro que la destrucción de la capa de ozono es un fenómeno físico o químico. En realidad, sorprende que resulte tan sencillo de explicar, pero el motivo de la destrucción de la capa de ozono es que los átomos de bromuro y cloro desprendidos por la actividad industrial o el transporte se ligan a las moléculas de ozono y las destruyen.
Sí, hay procesos naturales por los que también se destruye el ozono, pero siempre a una marcha suficiente como para que nuestro planeta pueda reponerlo. Sin embargo, estas sustancias químicas de los gases de efecto invernadero influyen muy negativamente en la formación y destrucción de la capa de ozono. Es decir, inclinan la balanza del lado de la destrucción, por lo que la naturaleza no da abasto para ir reponiéndolo.
Si nos preguntáis qué otras sustancias causan la destrucción de la capa de ozono, la lluvia ácida también es un acelerador brutal de esta desgracia para la Tierra.
Una vez descubierto cómo ocurre la destrucción de la capa de ozono, toca hablar de sus efectos. Las principal de las consecuencias de dicha destrucción de la capa de ozono es que entra mucha más radiación solar en nuestro planeta que nunca. Esta, además de hacer muchísimo daño a la vida en general, rebote contra el suelo no pueda salir debido a nuestra atmósfera y provoque un aumento generalizado de las temperaturas como el que llevamos décadas viviendo.
Los polos nunca han tenido menos hielo que ahora, lo que, si no hacemos nada, desembocará en un aumento generalizado del volumen de los mares y, por tanto, en una tremenda inundación de las líneas costeras de todo el mundo. ¡Millones de kilómetros cuadrados que hoy en día están habitados quedarán para siempre bajo el mar!
La consecuencia más visible de la destrucción de la capa de ozono es la evolución del agujero de la capa de ozono desde finales de los 80 hasta nuestros días.
Decir que el deterioro de la capa de ozono no va con nosotros, o peor aún, que es un invento de los ecologistas, es ser cómplices de estar dejando un mundo mucho peor del que recibimos a todos lo que llegarán después que nosotros. Y, de paso, tirarnos piedras sobre nuestro propio tejado, ya que los años que nos queden por vivir en este planeta, serán mucho peores que los que vivieron nuestros padres y abuelos.
Las principales causas de la destrucción de la capa de ozono son los gases CFCs. Estos ‘gases invernadero’ se desprenden de ciertas actividades humanas, como las industriales o el transporte. Eso sí, si hay algo que daña de verdad la capa de ozono no es ningún elemento químico, sino la inconsciencia humana.
Empeñarnos en utilizar combustibles fósiles cuando ya hay energías totalmente limpias y renovables. Importar millones y millones de kilos de alimentos de otras zonas del mundo en gigantescos barcos vez de impulsar el consumo inteligente de los alimentos de cercanía. Optar por vehículos individuales en lugar de promulgar un transporte urbano limpio y eficiente.
A día de hoy sería muy sencillo dar un cambio radical a nuestras vidas porque tenemos la tecnología y tenemos los recursos. Solo faltan las ganas.
Por suerte, parece que las principales potencias se han puesto de acuerdo al fin. Muchas de ellas han adquirido compromisos a medio-largo plazo que prometen cambiar la situación. De aquí a 2030, las naciones que han decidido hacer el esfuerzo deberán reducir sensiblemente sus emisiones contaminantes. Sin embargo, para 2050 deberán funcionar al 100% a base de recursos naturales y energías renovables.
La descarbonización es un hecho. Los fabricantes de vehículos de combustión interna saben que a partir de 2030 lo tendrán muy complicado contra los eléctricos. ¿Y sabéis qué? Nosotros, como ciudadanos, también podemos añadir nuestro granito de arena. Reciclar, llevar a cabo un consumo responsable y aconsejar al resto sobre cómo pueden hacer las cosas un poco mejor es vital para conseguir el objetivo de la descarbonización entre todos. ¡Solo así conseguiremos frenar de una vez por todas la destrucción de la capa de ozono!