Las tecnologías han cambiado nuestros hábitos de consumo. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en la rapidez con la que utilizamos y desechamos numerosos productos. En el sector textil se trata de una práctica cada vez más habitual, también conocida como Fast Fashion. ¿Sabes qué es y cómo afecta al medioambiente?
En este artículo te hablaremos de este término que está de moda, sus consecuencias para el cambio climático y algunos consejos para combatir esta tendencia tan dañina para nuestro planeta.
El Fast Fashion o moda rápida es un modelo de negocio que se encarga de fabricar prendas al por mayor y en el menor tiempo posible, como respuesta a las tendencias que surgen constantemente en las redes sociales.
Este tipo de diseños juegan con una gran ventaja: se venden rápidamente gracias a las estrategias de marketing tan potentes que utilizan algunas marcas en Internet. Sin embargo, estas prendas son de pésima calidad y enseguida se estropean. Por lo tanto, se alimenta continuamente el ciclo del Fast Fashion.
La moda rápida no afecta solamente a los consumidores. También tiene un impacto muy negativo en el medioambiente, ya que aumentan cada vez más los residuos textiles.
Según estudios de la Agencia Europea de Medioambiente, las compras de textiles en la Unión Europea en 2020 generaron alrededor de 270 kilos de emisiones de CO2 por persona. Esto quiere decir que los productos textiles consumidos en la UE produjeron unas emisiones de gases de efecto invernadero de 121 millones de toneladas.
A nivel global, la industria textil genera aproximadamente el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Desgraciadamente, la emisión de gases tóxicos no es la única consecuencia de la moda rápida. Así afecta también el Fast Fashion al medioambiente:
La mayoría de estas prendas son de uso limitado. Esto provoca que acaben generándose enormes montañas de basura. Bien porque quedan inservibles muy rápido o porque las propias marcas de ropa se deshacen de estas prendas tras haber sido devueltas o porque contengan alguna tara.
En consecuencia, toda esta ropa termina en vertederos y acaba contaminando el medioambiente. Además, si hace unas décadas no había tanta cantidad de ropa nueva en las tiendas, cada vez tenemos más facilidades para renovar el armario no solamente en invierno y en verano, sino varias veces al año.
En este contexto, el Fast Fashion facilita la producción de prendas, ya que estas tardan únicamente varias semanas en fabricarse y después son distribuidas rápidamente para su comercialización. Eso sí, estas prendas son de mala calidad y por eso tienen un uso tan limitado.
¿Sabías que este tipo de prendas también contienen sustancias nocivas para tu salud? Aunque la UE trata de regularlo a través de algunas normativas, esto no siempre se cumple. Así es como algunas marcas fabrican prendas que contienen sustancias tóxicas como cadmio, mercurio y algunos tintes, entre otras.
También es recomendable evitar algunos tejidos procedentes del petróleo, como poliéster, nylon, poliamida o acrílico. No obstante, cada vez hay normativas más estrictas y responsables con el medioambiente y que tratan de concienciar a la población de adquirir hábitos de consumo sostenibles.
Además, el reciclaje textil enfrenta serias limitaciones. Lo mismo que ocurre con los plásticos de un solo uso. Y es que, pese a todas las normativas sostenibles que hay, la industria del reciclaje textil se ha estancado y no se recicla lo suficiente.
Se estima que únicamente el 1% de la ropa desechada se recicla para fabricar después nuevas prendas y, en numerosas ocasiones, la ropa que acaba en contenedores no es reciclada. Un problema que contribuye a la contaminación de los océanos con microplásticos.
Asimismo, la mayoría de las fibras textiles son sintéticas, derivadas de combustibles fósiles y el poliéster, presente también en numerosas prendas, genera microplásticos durante el lavado.
En términos socioeconómicos, la industria textil también aumenta la desigualdad y la pobreza. En países como Bangladesh, la industria textil representa el 20% del PIB y el 80% de los ingresos por exportaciones.
Sin embargo, estos países del tercer mundo emplean a millones de personas, en su mayoría niños y mujeres, para trabajar en el sector textil bajo condiciones de trabajo infrahumanas. En cambio, la mayoría ellos no pueden cubrir sus necesidades alimentarias básicas.
La producción textil consume enormes cantidades de agua. Fabricar una camiseta de algodón requiere aproximadamente unos 2700 litros de agua y unos pantalones vaqueros unos 7500 litros.
Además, la moda es responsable del 20% de las aguas residuales a nivel mundial, debido a los productos tóxicos utilizados en el teñido y estampado, que contaminan los ríos y los mares.
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