La electrólisis es un proceso que se basa en la separación de los elementos que forman un compuesto cuando reciben electricidad. El resultado de ese proceso es que la energía eléctrica se transforma en energía química. La electrólisis fue descubierta en el año 1834 por el físico y químico inglés Michael Faraday.
Para que se forme la electrólisis se tiene que aplicar electricidad a los elementos de un determinado compuesto. Concretamente, la corriente tiene que pasar entre dos electrodos que reciben el nombre de ánodo y cátodo a través de un electrolito.
El proceso de la electrólisis tiene lugar en las celdas electrolíticas. En ese lugar es donde se produce una reacción no espontánea cuando se aplica la corriente eléctrica.
Para que tenga lugar la electrólisis hay que aplicar electricidad a dos electrodos que son el ánodo y el cátodo y que permanecen conectados a una fuente de alimentación.
El ánodo atrae a los iones negativos y el cátodo a los positivos. Esta fusión de iones positivos y negativos crean nuevas sustancias. El resultado final es que se produce un proceso de oxidación-reducción en el que la fuente de alimentación aporta toda la energía que se necesita para que se produzca.
La electrólisis tiene dos aplicaciones fundamentales, una de ellas está enfocada en el ámbito de la salud y la otra en el tratamiento del agua.
En el campo de la salud se emplea en la fisioterapia, en este caso se denomina EPI (Electrólisis percutánea intratisular) que sirve para tratar los huesos y los músculos. Se basa en enviar una corriente en la que se aplican electrones de un polo negativo a un polo positivo.
Por otro lado, en el proceso de electrólisis del agua se recurre a la corriente para separar el hidrógeno del oxígeno. Al llevar a cabo este proceso se obtiene energía que se puede conservar en la red eléctrica o que se puede emplear para propulsar medios de transportes limpios. La electrólisis también se usa para crear productos como el acero.