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Se acaba el verano y comienza el otoño. Los días se van acortando cada vez más y las temperaturas se desploman. Todo ello nos conduce a poner la calefacción por primera vez en el año; la primera de muchas.
En España los datos dicen que gastamos unos 500 euros al año en esta partida, y que la cifra se dispara a medida que aumentan los metros cuadrados de la vivienda. La calefacción sería aproximadamente el 45% del recibo energético en cada hogar.
No es una cuestión menor que haya que poner por detrás del ahorro eléctrico muchas veces mencionado en este blog. Eso sí, olvídate de recortar el gasto simplemente reduciendo los días de calefacción.
A la hora de ser eficientes con el calor, es importante distinguir los distintos factores que inciden en el consumo. Claro que podrás ahorrar por la vía rápida, pero no se trata de pasar frío para cuidar el bolsillo.
Es posible recortar las facturas que nos llegan a casa controlando otras variables. Y sobre todo, eligiendo el tipo de calefacción más adecuado y eficiente. ¿No tienes ni idea de lo que te estamos hablando?
Sigue leyendo y deja de ver a los radiadores como simple decorado que ya viene con la casa. Empieza a prepararte para un invierno duro; tanto por el precio de la energía como por el frío.
Mejorando el aislamiento de las ventanas con doble cristal puedes reducir a la mitad la pérdida de calor, si apagas la calefacción ahorrarás a largo plazo hasta un 16%, y no, las estufas de calor azul no son más eficientes que otros sistemas más tradicionales.
Al hablar de ahorrar en este frente caben muchas consideraciones, pero de nada nos servirá adoptar una u otra estrategia si no tenemos en cuenta las variables mayores. Esas que nos harán gastar más menos de forma inevitable.
No hace falta que te digamos que dependiendo del clima de la zona en la que vivas, gastarás más o menos calefacción. Te puede parecer un detalle menor, pero en muchos casos es lo que determina el consumo.
Una vivienda situada en el levante podrá aprovechar la suavidad de las temperaturas para no tener que estar todo el invierno encendiendo el termostato. La familia que viva en Ciudad Real, en cambio, se enfrentará a un gradiente térmico mucho más extremo.
Tal y como señala IDAE, una vivienda en el norte de la península destina el 22,2% de su consumo a la calefacción, una en el centro invierte el 43,9% y una en la costa mediterránea el 34%.
Es algo a lo que no todos prestan atención cuando se compran su primera casa. La orientación determina el número de horas de sol que incidirán, y más importante aún: en qué momento del día.
El calor que irradia el sol por la mañana no es igual de intenso que el del mediodía o el de la tarde. Si tu vivienda solo recibe luz directa a partir de las 18:00h, probablemente en invierno acabes poniendo mucho más la calefacción.
Es de Perogrullo. Cuantos más metros cuadrados hábiles tengas, más deberás poner la calefacción para calentarla. Es algo que hay que considerar muy cuidadosamente a la hora de adquirir un inmueble o de alquilar.
Siguiendo los indicadores y las fórmulas del Código Técnico de Edificación, en España para calentar un metro cuadrado necesitaras entre 64 y 125 W.
Las casas, al igual que los electrodomésticos, se clasifican según su etiquetado de eficiencia energética. Una E implicará que el aislamiento es muy malo y que necesitarás mucho más calor para conseguir el mismo resultado.
Así, una vivienda con calificación A consumirá un 55% menos que la media y un 90% menos que una con letra G. El ahorro medio anual entre los dos extremos a nivel energético es de nada menos que unos 1250 euros.
Otra cosa bastante lógica. Si vives solo pondrás mucho menos la calefacción, y hasta a lo mejor optas por un pequeño radiador eléctrico para ir calentando las estancias en las que estás. No podrá hacer lo mismo una familia numerosa.
Es difícil saber cómo influye cada miembro en el consumo, pero sí podemos decir sin equivocarnos que por inquilino adicional se incrementa la factura entre un 20 y un 30% al mes.
La elección del sistema de calefacción no solo depende de tus preferencias y del estudio de mercado que hayas hecho. Hay ocasiones en las que el tipo no sirve para calentar la vivienda de forma adecuada.
Otras en las que por cuestiones geográficas no es posible elegir el tipo de energía que habíamos pensado en un principio. Hoy por hoy todavía hay muchas regiones de España a las que no ha llegado la red de gas natural.
Teniendo eso en cuenta, vamos a echar un vistazo a todas las alternativas que ofrece el mercado para elegir la más conveniente de cara al bolsillo (y las facturas).
Es uno de los sistemas más utilizados y también más caros. De acuerdo con el INE, el 18,6% de los hogares españoles con instalación cuentan con calefacción eléctrica. ¿Por qué tiene tanta penetración si es costosa?
Entre otras cosas porque no requiere de obras en la vivienda para empezar a funcionar; basta con colocar radiadores en todas las habitaciones. También porque no presenta limitaciones geográficas (vale para cualquier inmueble), y porque ofrece una continuidad asegurada.
Es limpia en el sentido de que no emite ningún tipo de residuo, y a su alrededor hay muchas empresas con gran experiencia. El problema, claro, es que es el sistema de calefacción más caro del mercado. Y la culpa es el elevado precio de la electricidad (batiendo récords).
Aun así este tipo de calefacción está recomendado para zonas de la península en las que no hace mucho frío, y para viviendas en las que no hay un consumo energético elevado. Ya sea porque hay pocos inquilinos o porque no están presentes en todo el día.
Simplificándolo mucho podemos decir que la electricidad pasa por unas resistencias que se calientan por la tensión y terminan elevando la temperatura a su alrededor. Esto ya hace que sea bastante menos eficiente que otros sistemas.
Hay dos tipos de instalaciones: monofásica de 220V y trifásica de 380V. En cualquier caso, para colocarla lo más probable es que necesites aumentar tu potencia eléctrica poniéndote en contacto con la comercializadora. Traducido a la realidad tendrás:
El butano es un hidrocarburo que se distribuye en bombonas de 12 kilos y que normalmente no se destina a la calefacción. Hacerlo sería de todo menos práctico, pese a las ventajas que ofrece respecto al gas propano (para calentar 30 m2 necesitarías 3000W de energía).
Por eso tradicionalmente solo se ha utilizado para cocinar, rellenar estufas o cubrir el agua caliente de viviendas a las que no llega el otro tipo de gas. Las bombonas se pueden pedir tanto a la gasolinera como a empresas especializadas.
Es tan sencillo como quemar el gas para que expulse su poder calorífico. Lo interesante de este tipo de energía es que se puede combinar con el agua para transportar la temperatura de forma mucho más rápida.
Normalmente se coloca la bombona cerca del aparato en cuestión, y se conecta con una tubería flexible. El gas fluye por el conducto y llega a los fogones. Al abrir el grifo el butano corre y prende al encontrarse con la llama.
Dejando de lado los calentadores, el uso más habitual del butano se da en hogares en los que no está disponible el gas natural. Es decir, zonas montañosas como sierras. En sistemas de calefacción hablamos de:
El propano es el otro Gas Licuado del Petróleo junto al butano, y comparte características con este. Tiene un poder calorífico similar, es líquido y se transporta en bombonas (mucho más pesadas porque tiene menos densidad).
Es igualmente habitual en viviendas a las que no llega el gas natural, y su elección frente al butano depende del clima que haya en la zona. Y es que, aunque son similares, la gran diferencia entre un gas y el otro está precisamente en el punto de ebullición.
Eso significa que si hace mucho frío y tienes una instalación de butano, podrías quedarte sin calefacción porque nunca llegaría a prenderse la llama para calentar la casa. El propano ahí resulta muy útil porque no tiene prácticamente restricciones de temperatura.
Este último gas es también recomendable para hogares con un consumo algo elevado. La posibilidad de almacenar mucho más en bombonas grandes otorga flexibilidad en casas con calefacción por radiadores.
El propano, además de bombonas, puede distribuirse a granel (transportado con camiones cisterna a depósitos) o canalizado (es el caso de varias casas conectadas por un depósito común central).
Elegir entre propano y butano al final solo depende del frío que haga en tu región. Por lo demás, podrás usar este primer tipo de gas para cocinas, calefacción o tener agua caliente en casa.
Cómoda, sencilla de utilizar y muy barata. La calefacción por gas natural es la más frecuente en España porque suele ser la prioridad tanto de administraciones como de empresas instaladoras. Se le conoce también como “gas de ciudad” por ser ese su espacio habitual.
Cuando decimos que este sistema es más asequible que los demás, no nos referimos a un par de céntimos. El coste del combustible ronda los 0,04 y los 0,06€/kWh (frente a los 0,09 €/kWh de los otros gases).
El único punto donde flaquea es en el de su instalación, que resulta más cara que la de la calefacción eléctrica. A largo plazo, no obstante, es el sistema más económico de todos con diferencia. ¿Por qué no todas las viviendas lo tienen?
Básicamente porque resulta difícil hacerla llegar a ciertas regiones con orografías complicadas. Por eso siempre se empieza a instalar en las urbes para poco a poco irse extendiendo hacia otras zonas.
Su uso es idéntico al del propano y el butano. Es decir, una caldera calienta los tubos por los que circula el agua, que coge temperatura para llevarla a todas las estancias. Además de calefacción el GN también se usa para tener agua caliente y cocinar.
Otras particularidades de este gas son:
El gas natural además es mucho menos contaminante que otras opciones, y no deja residuo alguno tras su combustión. Eso sí, resulta menos eficiente energéticamente que el propano y el butano.
Esto, que en principio te haría pagar más en la factura (se necesita más gas para obtener la misma energía), se compensa con el bajo precio que tiene en el mercado. Al final ahorras tanto dinero como espacio en casa.
Es otra de las opciones favoritas de los hogares españoles, aunque en la actualidad se está sustituyendo poco a poco por gas natural a medida que se va extendiendo la red. ¿Por qué se prefiere este otro al gasoil?
Si bien tiene una eficiencia energética muy buena y sirve tanto para calefacción como para cocina y agua, este tipo de derivado del petróleo requiere de almacenamiento en casa. Es decir, que tendrás que estar pendiente y llamar para que venga un camión a repostar.
Con el gas natural esto no sucedía porque estamos conectados directamente a la red y el suministro es continuo. Dejando eso de lado, hay tres tipos de gasóleo dependiendo de su composición.
El funcionamiento de este sistema de calefacción es parecido pero no idéntico al de GN. Aquí también hay una caldera específica y una llama que calienta el agua de los conductos. Sin embargo, el circuito está cerrado y alimentado por una bomba que facilita la circulación.
¿Es más barato o caro que el gas natural? El precio del gasoil está protegido por ley y varía dependiendo de la Comunidad Autónoma. En 2020 estaba en una media de 0,87 euros el litro, siendo País Vasco la región más cara, y Castilla la Mancha la más barata.
¿Alguna vez has escuchado hablar del pellet? Este no es más que restos de madera que se utilizan para alimentar las calderas de biomasa; el sistema de calefacción más ecológico y limpio del mercado.
No hay que hacer demasiados cálculos. Esta opción no requiere de ningún tipo de derivado del petróleo para funcionar, sino que emplea restos naturales: los propios pellets de madera, residuos forestales, cáscaras de frutos secos y hasta huesos de aceitunas.
Fácil: la caldera quema el combustible y genera una llama horizontal que entra en la cámara y es transmitido al circuito de conductos rellenos de agua. La biomasa se utiliza como calefacción y calentador de agua, pero no para la cocina.
Como principal punto negativo de esta calefacción hay que resaltar la necesidad de espacio. La caldera y el resto de la instalación ocupan muchos metros y por eso no todos los hogares son aptos para ella. Además, las mismas calderas resultan bastante caras, especialmente las mixtas.
Por lo demás, el precio de la energía es bajo y, lo más importante de todo, fijo. No depende de ninguna oferta ni demanda o mercado regulado. Es lo que cuesta la propia materia prima que hace de combustible.
Los huesos de aceituna rondan los 130 euros la tonelada y el pellet los 230 euros. Son solo unos ejemplos, pero a la larga la biomasa siempre termina redundando en ahorro y en un consumo limpio.
¿Gas natural o biomasa? La realidad es que siendo ecológica, las calderas de biomasa tienen un rendimiento que oscila entre el 75 y el 90%. Las de gas natural llegan hasta el 109%, por lo que consumen menos.
Es una de las alternativas más de moda, y una de la poca considerada energía renovable. La aerotermia no es otra cosa que el proceso por el que se calienta el aire para usos de calefacción, refrigeración o agua caliente.
Este tipo de calefacción ofrece una eficiencia energética del aire del 75%. Pero, cuidado, en ningún caso hablamos de combustión. La aerotermia funciona únicamente mediante bomba de calor aire-agua.
Para hacer funcionar estos dispositivos se necesita también cierta energía eléctrica; la que hace mover al motor del compresor (1 kWh para 3kWh de energía calorífica). En cualquier caso es el tipo calefacción más económico de todos a largo plazo.
Hacemos ese matiz porque la instalación de la aerotermia nos puede llegar a costar más de 20.000 euros. Si se amortiza bien esa cantidad, podemos terminar recortando más de un 40% la factura durante los meses siguientes.
Es compatible con radiadores pero solo de baja temperatura, y con suelo radiante. Aunque no se recomienda su instalación en viviendas inferiores a 100 metros cuadrados.
¿Calentar tu casa con lo que emana el subsuelo? Así es. Desde hace unos años a es posible instalar calefacción por geotermia en cualquier vivienda. Eso siempre que cuentes con el espacio suficiente y con los más de 20.000 euros que cuesta su colocación.
No hace falta que expliquemos que la geotermia es la energía calorífica extraída de la propia tierra. Para calefacción normalmente se llega a unos 150 metros de profundidad, donde la temperatura ronda los 25-30 grados.
Con este sistema se puede conseguir tanto calefacción como climatización y agua caliente. En invierno ofrece mayor calor respecto al que hay en el aire, y en verano más frío por estar protegido el suelo frente al sol.
Se excava la tierra para colocar unas tuberías rellenas de refrigerante líquido llamadas sondas de captación. El compuesto que circula de agua y glicol recoge el calor del subsuelo y lo saca a una bomba de calor situada en la superficie.
Este dispositivo provoca un intercambio de temperaturas con el calor con un líquido que está más frío. Sube de temperatura y se evapora antes de llegar a un condensador que eleva la presión y proporciona el calor al ACS o el suelo radiante.
Ya te puedes imaginar lo que supone toda esta instalación (más perforación) en el presupuesto. Si lo puedes costear después disfrutarás de un consumo anual que no superará los 300 euros (frente a los 1.500 euros de la eléctrica, 800 del GN o 500 de la aerotermia).
Como ves el mercado ofrece un sinfín de alternativas en cuanto a sistemas de calefacción. Algunos son más caros en un principio, pero más rentables a largo plazo, y otros al contrario. Elige con cuidado y conseguirás ahorrar poco a poco a final de cada mes.
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