El dióxido de carbono es un gas inodoro e incoloro. Se genera debido a los desechos que produce el cuerpo humano cuando ingiere los alimentos para conseguir la energía que necesita y por los procesos industriales. Otro de sus rasgos es que es un compuesto de carbono y oxígeno y está directamente relacionado con el efecto invernadero.
La causa principal que se encuentra tras la emisión del dióxido de carbono es la propia actividad del ser humano a través de la quema de combustibles fósiles con el objetivo de generar energía. Por otro lado, los procesos industriales también están detrás de la emisión de este tipo de gas. La generación de electricidad, el uso de combustibles para el transporte, la deforestación de tierras o la degradación de los suelos generan dióxido de carbono.
El efecto invernadero es fundamental para que haya vida en la tierra y para que la atmósfera retenga calor. Pero una concentración excesiva de dióxido de carbono provoca que en la atmósfera se concentre más calor del debido, de esta forma aumenta la temperatura global del planeta, llegando a unos niveles que pueden ser perjudiciales para el ser humano y para las especies animales.
Cualquier persona puede contribuir a la reducción de emisiones de CO2, pero para ello tiene que ser consciente de la existencia y del daño que provocan estos gases y actuar en consecuencia. Por otro lado, las grandes industrias también deben implementar estrategias diseñadas para reducir la emisión de este gas.
Entre las acciones más habituales se encuentran reducir el uso del coche privado, apostar por el uso de energías renovables, consumir de forma sostenible, reciclar, plantar árboles o apostar por los productos de proximidad.