Cuando escuchamos la palabra "contaminación", solemos mirar hacia arriba y pensar en la capa de ozono, el color amarillento del cielo, el humo… Pero el problema no está solo ahí.
El suelo, en el que crecen todos los alimentos que comemos, sufre las consecuencias de la actividad humana. Por eso es muy importante cuidar la tierra. Al fin y al cabo es la que nos proporciona la vida, la seguridad alimentaria y todo lo que nos rodea.
La contaminación del suelo no es otra cosa que la concentración de desperdicios tóxicos en la tierra (especialmente en lugares “naturales”). Algunas actividades, como la ganadería y la agricultura intensivas, emplean productos químicos que contaminan los campos.
Al igual que ocurre con los metales más pesados, las sustancias químicas de origen natural (o antropogénicos) permanecen en el suelo durante largos periodos de tiempo. Esta contaminación es así una amenaza global que afecta más a las zonas de agricultura.
Según la FAO, la degradación intensa o moderada ya afecta a más de un tercio del suelo mundial, y su recuperación es mucho más lenta de la que te imaginas (1.000 años por cada centímetro de capa utilizable).
Los fenómenos naturales de la erosión y la pérdida de carbono orgánico no son los únicos que afectan a la calidad del suelo, de hecho son los menos. Deberíamos mirar más hacia contaminación química que el ser humano expulsa la tierra.
Esta se da en razones concretas, tiene lugar en áreas reducidas y sus causas son fáciles de identificar.
Por norma general, se produce en grandes ciudades, en las que los escombros de construcciones, alrededores de carreteras y vertederos suelen estar contaminados.
A diferencia de la anterior, esta abarca territorios muy amplios y sus causas son diversas y difíciles de identificar. La explicación está en los agentes contaminantes liberados través de diferentes sistemas de aire, suelo y agua.
Las causas más habituales de contaminación de suelo son varias, aunque todas ellas están relacionadas con la industria. Ejemplos de estos son los residuos de las fábricas, la minería, gestión de deshechos (entra basura tecnológica), aguas residuales…
Aun así, no debemos pasar por alto que la ganadería y la agricultura también tienen su implicación. Claro que nos referimos a ese tipo de persona que abona sus plantas con productos químicos y dañinos.
Toda contaminación que absorba el suelo tiene consecuencias para nosotros. Solo hay que sumar uno y uno. ¿De dónde obtenemos los alimentos? Exacto. Todo lo que crece en suelo contaminado es producto contaminado. Se rompe así con el equilibrio del ecosistema.
Los contaminantes de la tierra acaban afectando a nuestra salud de forma directa. Pueden llegar a nuestro organismo a través de la cadena trófica, propiciando la aparición de distintas enfermedades.
Y esto no es lo más preocupante. Cuando se desperdician antibióticos, los patógenos se vuelven más resistentes ya que los absorben del medioambiente.
Acelerar los procesos o cultivar alimentos de otra temporada no es tan buena idea como parece. Los productos que se necesitan para ello comprometen de manera real la seguridad alimentaria del mundo.
De hecho, las previsiones apuntan a una reducción de cosechas y un empeoramiento de la calidad de los alimentos cultivados. Algo preocupante en un futuro con sobrepoblación.
Aunque esté en el suelo, esa contaminación acaba liberando toneladas de CO2 a la atmósfera. De hecho, durante la primera década del siglo XXI se liberaron alrededor de 4.000 millones de toneladas de dióxido de carbono.
El deterioro de la superficie terrestre al final acaba afectando a la calidad del agua y del aire. Las sustancias se terminan filtrando a los lagos, acuíferos o ríos subterráneos y después todos nosotros acabamos bebiendo, cocinando o duchándonos con esa agua.
Cuantas menos propiedades tenga la zona, más árida se acabará volviendo, llegando a suponer el 45% de la población de todo el mundo en 2050. Mientras tanto, los humedales de todo el mundo han perdido el 87% de sus reservas de agua.
Como todos los problemas relacionados con el medioambiente, sus soluciones exigen una proyección sostenible. La degradación del suelo es un problema complejo, y para solucionarlo se necesita la actuación conjunta de todas las instituciones.
Aun así, mientras los gobiernos y expertos se ponen de acuerdo, nosotros tenemos algunas sugerencias sobre lo que puedes hacer para mejorar la calidad y salud del suelo.
La misión de dejar un planeta más limpio y sostenible nos concierne a todos. Pequeños gestos como reducir el consumo energético también son importantes de cara a un futuro verde y sostenible.
Si quieres conseguirlo, desde EnergyGO estaremos encantados de ayudarte, solo tienes que entrar en nuestra web o llamar al 900 622 716.