El pasado 20 de enero de 2021 una fuga de gas natural provocó la explosión de un edificio situado en la calle Toledo de Madrid. Murieron cuatro personas y salieron heridas otras once. ¿Qué probabilidades hay de que suceda algo así en mi casa?
Aunque este tipo de accidentes se consideran poco frecuentes, la realidad es que la simple presencia de una caldera de gas en la vivienda ya impone un cierto riesgo a fugas. Es un peligro bajo, claro, pero presente.
De acuerdo con Ecologistas en Acción, desde que se comenzó a instalar la red de gas natural en España en los años 70, se han contabilizado un total de 1120 muertos (a fecha de 2019). Casi todos ellos, relacionados con lo que hay debajo del suelo en las ciudades.
"Es la extensa red de tuberías subterráneas que existen en cada vez más poblaciones, lo que hace más probable las fugas de gas y las eventuales explosiones", señala la organización. Solo en los últimos 5 años, señala Fundación Mapfre, han fallecido 33 personas.
Y sí, el historial de incidentes es largo. Sin embargo no tiene sentido recrearse en él. Lo importante es mentalizarse de que este tipo de sistema de calefacción es peligroso si no se tienen en cuenta una serie de medidas de precaución y prevención.
Eso es precisamente lo que queremos hacer en este artículo. Antes de pensar en ahorrar energía, recortar la factura o acogerte a bonos sociales, has de planificar las estrategias de prevención mínimas frente a una fuga de gas, para vivir con cierta tranquilidad.
Cuando se habla de una fuga de gas no siempre se menciona el componente principal que la causa. El problema no es tanto el escape del material, como sí su reacción frente a determinados elementos del entorno. Es ahí donde cobra importancia el sistema de calefacción.
Saber identificar el tipo de fuga de gas es vital para adoptar medidas de prevención. El metano del gas natural, por ejemplo, es inoloro a causa de la adsorción, oxidación y/o absorción, y tiende a acumularse en techos (expandido) porque pesa menos que el aire.
El butano y el propano, por su parte, son más pesados y se concentran en los suelos de la vivienda (por eso está prohibido almacenarlos en sótanos). Estos derivados sí que tienen un olor más característico y por lo tanto resultan más sencillos de detectar cuando se produce una fuga.
¿Por qué es importante todo esto? Simplemente porque el material del gas condiciona su comportamiento tras liberarse a las estancias. Si es una fuga de metano habrá que situar los detectores de gas en techos y si es butano o propano, pues en suelos.
En cualquier caso, las empresas extractoras y suministradoras están obligadas por ley a añadir componentes específicos que doten de olor a los gases.
Ya te lo imaginarás: si el gas es inflamable, cuando entre en contacto con cualquier tipo de llama o chispa. pues prenderá generando la combustión previa a la explosión. Ahora bien, no todas las fugas de gas tienen por qué terminar en ese escenario.
Para que se produzca la inflamación la mezcla de aire y gases tiene que superar lo que se conoce como Límite Inferior de Inflamabilidad (LII). Y en ese mismo sentido, si la composición de gases es demasiado elevada, por encima del Límite Superior de Inflamabilidad (LSI), entonces no explotará.
El peligro de la fuga de gas se da cuando la mezcla se mantiene en algún punto intermedio de estos dos límites. ¿Qué pasa? Que esto es imposible de medir a sin ayuda de la tecnología. Por eso la mejor recomendación es la prevención continuada.
Nada de necesitar una ingeniería para detectar la fuga de gas. Es mucho más sencillo que todo eso. Basta que utilices tus sentidos más básicos para identificar el foco del peligro. Es decir, que apuestes por tu vista, tu olfato y tu oído.
Como ya hemos dicho, las empresas añaden a la mezcla de gases componentes especiales que potencian el olor como medida de precaución. Esto es lo primero que solemos detectar cuando se produce la fuga. Pero ojo, no es lo único a tener en cuenta.
Siendo verdad que el gas natural, el butano y el propano siempre suelen desprender un cierto aroma, hay ocasiones en los que el componente resulta inoloro. Bien porque tengamos nuestro sentido debilitado (por ejemplo por COVID), o porque la instalación tiene ciertas características:
Mucho más sutil que el olor pero también más preciso. Si la fuga de gas está cerca de la caldera o de tuberías próximas a la vivienda, lo normal es que escuches una especie de silbido extraño.
Claro, que si no lo buscas intencionadamente, es dificil que logres distinguirlo del resto de sonidos. De ahí que los inquilinos no suelan prestar atención hasta que no huelen primero algo. Este rumor suele darse cerca de la caldera y los electrodomésticos.
A este respecto no hay muchas dudas. El problema es que no todo el mundo vive en una casa unifamiliar ni tiene un jardín en el que hacer barbacoas o darle otros usos al gas contratado.
Para detectar una fuga de gas con la vista tienes que buscar burbujas en charcos de agua o cualquier otro líquido que esté en contacto con el suelo. Por eso decíamos lo de la barbacoa de gas o las estufas portátiles.
Da igual que sea un olor muy fuerte o muy suave: bajo ningún concepto enciendas o apagues nada. Eso incluye tanto electrodomésticos como la luz o incluso el teléfono móvil. Una simple llamada puede generar chispa y prender la fuga de gas.
Si tienes que contactar con el 112 para que te indique qué hacer, antes aléjate de la zona en la que huele. A ser posible en una terraza o con la cabeza asomando por una ventaja lejana al foco de la fuga.
Hecho esto ya puedes empezar a actuar con rapidez para que deje de acumularse el gas:
Contacta con tu compañía de gas para comunicar lo sucedido y que así puedan enviar a un técnico para revisar la instalación. Hasta es momento intenta no encender los aparatos sospechosos de la fuga.
Seguramente recuerdes qué estabas haciendo antes de que comenzase a oler a gas. Esos son los electrodomésticos que has de evitar antes de que el profesional detecte con precisión el punto de la fuga.
Vale, esto es muy serio. Olvídate de buscar por ti mismo la fuga porque podrías acabar intoxicado a causa del monóxido de carbono. Evacua inmediatamente la casa sin pararte a recoger nada y llama a los bomberos con extrema urgencia.
Por el camino puedes alertar a otros vecinos del bloque, pero solo si te los cruzas. No te detengas puerta a puerta porque estarás aumentando el riesgo de sufrir el impacto de la explosión.
La gran mayoría de las fugas de gas se podrían evitar llevando a cabo un mantenimiento adecuado de las instalaciones. Por suerte la ley obliga a las compañías a realizar una revisión del gas canalizado cada 5 años, y una de la caldera cada 2 años.
El problema es que son periodos demasiado amplios como para conseguir una prevención adecuada. Si quieres acortar plazos no vas a tener más alternativa que llevar a cabo tú mismo la revisión.
El precio del trámite por parte de la distribuidora depende de la Comunidad Autónoma aunque suele siempre rondar los 50 euros. Eso sí, mucho cuidado porque el importe nunca has de pagárselo al técnico que acude a casa.
La revisión siempre se pagará a través de la factura del gas en el mes siguiente a la visita. Si el profesional te exige cualquier otra cosa podría estar intentando estafarte. En caso de duda puedes siempre puedes exigirle la acreditación de su empresa.
De todas formas, sí que hay hábitos que, al margen de la revisión, te ayudarán a prevenir las fugas de gas:
Si has llegado hasta aquí suponemos que ya serás plenamente consciente del peligro que supone una fuga de gas natural, butano o propano. Una buena forma de evitarlo es apostar por aparatos eléctricos.
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